EL MIEDO A LA MOCHILA Y SEGUIR ANDANDO

 In Crecimiento personal, Emprendimiento, Liderazgo
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n día como hoy, hace unas semanas, estaba nerviosa. Más bien un poco “cagadita”. Bueno, y sin el “un poco”, 100%. Tampoco te creas que yo era muy consciente, siempre he pensado que soy una persona valiente. Claro, que ser valiente no tiene nada que ver con no tener miedo. Y yo lo tenía.

Al día siguiente, sábado, participaba en la Survivor Race. Una carrera de obstáculos en la que me había registrado muy valientemente con un grupo del centro donde entreno. 10 kilómetros de carrera campo a través y 25 obstáculos diversos.

Aunque estoy en forma, nunca había participado en una carrera similar. Además de que tengo un menisco roto y hace unos 20 años que no corro más de un par de kilómetros seguido. ¡Ay, omá!

En mi mente pasaban diferentes escenarios, poco halagüeños la mayoría. Una parte de mí estaba convencida de que todo iba a salir bien, y otra estaba “cagadita” en un “¡Ay, ay, ay!”.

En situación similar ya me había visto antes.

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Ser valiente no tiene nada que ver con no tener miedo. Es más, la valentía parte del miedo.

Noviembre 2013, Cuzco (Perú). En mi optimismo (e inconsciencia), reservé un trekking de 5 días para llegar a Matchu Pichu. Llegaríamos a 4650 metros de altitud. En aquel momento no estaba en forma, nunca había hecho un trekking así, ni estaba preparada para el frío y demás inclemencias del tiempo que auguraban.

Tenía 3 días en Cuzco para aclimatarme a la altura. El mal de altura era un riesgo real y una vez en el trekking no era fácil volverse.

Pasé esos 3 días, literalmente “cagadita”. Solo andando por Cuzco me faltaba el aire (por la altura o por el miedo, a saber, jaja). Entonces, ¿cómo iba a poder aguantar más altura y más esfuerzo (y mucho más frío)? ¡Ay, la leche!

Perdí la cuenta de las veces que estuve a punto de cancelar el trekking. “A punto” es en la puerta del establecimiento donde lo había reservado. ¿Qué necesidad tenia de pasarlo mal?

Sin embargo, no llegué a hacerlo. A pesar del miedo, había algo que me llevaba a seguir adelante. La verdad, no sé si valentía o inconsciencia, pero, con los miedos en la mochila, allá que me fui a hacer el trekking. Y sí, fue duro, pero, ni de lejos, tanto como mis augurios preveían. Y sí, mereció la pena. 

*(Puedes leer la entrada de blog que escribí tras mi paso por Perú “Hanan Pacha, Kay Pacha, Uku Pacha… Perú.)

Igual que correr la Survivor Race, mereció la pena. Porque dura fue, el último kilómetro lo hice andando, pero superé obstáculos (22 de 25, nada mal) y miedos. Y me llevé aprendizaje.

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Algunas ideas que me llevo:

  1. En equipo, es más fácil, agradable y disfrutable. Ayuda y déjate ayudar.
  2. Si el cuerpo se queja, hazlo caso. El cuerpo es más sabio que la mente. Solo hay que escucharlo y te va guiando.
  3. El miedo es sano y natural. Nos alerta. Hay que aprender a escucharlo, darle su lugar y ponerle los límites o meterlo en la mochila y seguir andando.
  4. He ganado confianza en mí y mi cuerpo. Tengo más fuerza y resistencia de la que creía tener. Me he puesto a prueba y he comprobado que puedo, y ahora incluso entreno mejor.
  5. El liderazgo es solitario. Llegar el/la primer@ te pone una medalla (más interna que externa) pero llegas sol@. Llegar en equipo nutre en el disfrute compartido y merece la pena.

¿Has vivido algo similar? ¿Cómo fue tu experiencia? ¿Qué aprendizaje te llevaste?

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