
SUMANDO DECISIONES
a vida es la suma de todas tus elecciones” dijo Albert Camus en su entonces. Recuerdo el momento en el que realmente comprendí lo que esta frase significa. Ese segundo en el que la mente pasa de oscuridad cerrada a la luz clara y abierta. Un segundo clave de mi vida.
No sé si para Camus, llegar a esa conclusión supuso la misma iluminación y liberación que para mí. 33 años de vida, dos carreras, con cambio de profesión incluida, 12 años trabajando, 5 fuera de España y una crisis existencial que viví con profundidad sísmica, necesité para ser
verdaderamente consciente.
“La vida es la suma de todas tus elecciones”, Albert Camus
Dejé mi trabajo en medio de la crisis económica. Me fui a viajar varios meses con la mochila y volví para lanzarme a la incertidumbre del camino que realmente quería recorrer. Incertidumbre que casi me sabía a miel. Me estaba lanzando a aquello que me había apasionado toda la vida y había leído y estudiado ferozmente como hobbie durante años. La mente humana, el consciente y el inconsciente, el comportamiento, las relaciones humanas, la
comunicación.
Sin apenas pensarlo, la tendencia general es aceptar sumisamente nuestra vida como la irremediable consecuencia de las decisiones, expectativas y circunstancias de nuestro entorno, de los demás. Sentirse títeres de la caprichosa “vida”, con sus vaivenes; idas y venidas ante las que nos vemos sin voz ni voto. Así había sido mi vida hasta entonces, persiguiendo unos objetivos vitales y profesionales que pertenecían a otros, mis padres, mi entorno, la “sociedad”, pero que yo había hecho míos.
Recién salida del instituto, estudié la carrera de Enfermería, con ilusión. Me interesaba mucho trabajar directamente con las personas. Ejercí durante 8 años, la mayor parte del tiempo en Cuidados Intensivos. Méjico, Reino Unido, Australia y España. Lo disfruté y aprendí mucho durante esos años, de mí, de la vida, la muerte, el amor, la vulnerabilidad, el estrés físico y emocional, el sufrimiento y la felicidad. La Enfermería me ha permitido acercarme a las personas en momentos que no se ven fuera de ese entorno. Tuve que crecer a marchas forzadas para poder enfrentar con naturalidad lo que socialmente se vive como antinatural.
Siempre supe que mi paso por la Enfermería era transitorio. En mi mente, como un mandato de vida, una escalera en el mundo de la empresa que tenía que subir hasta el último peldaño. Estudié entonces Administración y Dirección de Empresas y de ahí al mundo de la empresa.
Dame un objetivo y yo lo consigo. Soy inteligente, flexible y perseverante. Allí estaba, lista, llena de energía y determinación para escalar peldaño a peldaño. Sin embargo, había algo dentro de mí que gritaba y yo acallaba. Esa dicotomía mental que me llevaba y lleva a tantas personas, a la incongruencia entre lo que hace, lo que dice y lo que siente. Yo, que me creía feliz sin preguntármelo, era completamente infeliz. Estaba anclada en la queja continua sobre un trabajo que no me llenaba, y me sentía frustrada, pero no lo cambiaba. ¿Te suena? Seguro que conoces a alguien en la misma situación.
Me llevó unos años hacerme honesta conmigo misma, escuchar esos gritos que parecían susurros y tomar el timón de mi vida para salir de ese círculo vicioso. Ser consciente de que la vida de la que yo me quejaba me la estaba cocinando yo solita, con cada elección que tomaba cada día. Tomar responsabilidad y ver lo afortunada que realmente era, fue duro pero la llave de mi felicidad.
Tenía entonces que cambiar mis elecciones. Elegir es decidir qué sí y qué no. Y aunque parezca mentira, lo segundo es, a veces, lo más difícil. Cerrar ciclos y soltar. Dejé mi trabajo, me fui a viajar (puedes leer mis posts previos, de aquella época), volví y me formé como coach profesional. Ya llevaba un tiempo impartiendo clase en la universidad de forma paralela, lo mantuve y aún mantengo. Del resto hasta el presente, ya te he hablado.
Y de aquí en adelante, más y mejor. Me encantaría que me acompañaras.
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